• Pequeño Manual Individualista

    Han Ryner y Émile Armand

    Han Ryner nace en 1861, en Argelia y muere en Francia, en 1938. El Pequeño Manual Individualista lo escribe en 1905. Han Ryner creía en el cambio interior del individuo, huyendo de toda clase de autoridad, apostaba a la reflexión, al conocimiento interior, al cuestionamiento, al análisis de nuestra propia vida, de nuestras relaciones y, en definitiva, de nuestra existencia, en todos sus planos. Ryner veía precursores del
    individualismo en filósofos de las grandes escuelas de la antigüedad como los epicúreos, los cínicos y los estoicos. El texto ha sido redactado en forma de preguntas y respuestas, simplemente por una cuestión de comodidad. Como dice el mismo Han Ryner, no se trata un maestro que interroga y de un discípulo que responde. Hay un individualista que se pregunta a sí mismo. Se trata de un diálogo interior. Algunas preguntas no tienen respuesta definitiva; pero conduce a quienes lo lean a planteárselas por sí mismos.
    “Yo llamo individualista al que con mayor frecuencia se aparta del rebaño. Saludo como individualista a cualquiera que en una época religiosa se muestra impío, en un ambiente ortodoxo se manifiesta herético, en un periodo de civismo sabe reír de la ciudad o maldecir los crímenes de la patria.”

  • El Anarquismo Individualista. Lo que es, puede y vale

    Émile Armand

    «Unos dicen que es preciso vivir para dios, para la ley, para el bien y para la justicia; es decir, para una abstracción indefinible, que varía según las épocas o el grado de cultura de las colectividades o los individuos; una abstracción invisible, impalpable; fantasma creado por la imaginación del hombre y en cuya persecución la humanidad se agota en vanos esfuerzos.
    Otros han afirmado que era preciso vivir para la humanidad, el medio humano, l conjunto social y así los hombres han llegado a hacer abstracción de todo cuanto tendía en ellos a desarrollarse separada y aisladamente, depositando cuanto eran y cuanto tenían en el altar del contrato social. La coacción universal acabó con el último vestigio de la iniciativa personal, convirtiendo a los hombres en súbditos, ciudadanos y miembros de las sociedades, sin que en tal situación nadie se considere más dichoso.»

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